Caminar y no saber a dónde ir. Comer y no saber qué estamos comiendo, o peor aún, no saber a quién nos estamos comiendo. Seguir caminando y encontrarnos con personas que nunca escucharon el término “veganismo”. Dar vuelta en la esquina y encontrarnos con personas que no diferencian el veganismo del vegetarianismo y un poco más adelante nos encontramos con aquella preocupación que parece incomodar tanto acerca del “mito de la proteína”.
Dentro de toda esta gran vorágine y la crisis de desinformación que gira en torno a los estilos de alimentación emerge una palabra que, para la mayoría se necesitaría una búsqueda en Google para lograr comprenderla. Una palabra que está presente en muchos lugares y que no siempre se la ve o simplemente aparece cuando nosotros desaparecemos.
En este caso el término “antiespecista” antepuesta por el de “feminista” llamo mucho la atención a Camila Rodríguez, hoy licenciada en nutrición, pero en ese momento solo una estudiante del tercer año de la carrera que participaba del Encuentro Nacional de Mujeres realizado en Chaco. “El feminismo ha de ser antiespecista o no será. Investigué y ahí descubrí qué era el especismo, el antiespecismo y la relación que tenía con el veganismo.
La inquietud y la investigación se apoderaron de ella, y en su mente se presentó la imagen de una docente que por su religión no comía carne. Desde entonces, unió cabos sueltos “y un día me levanté y dije: ‘bueno listo. Ya fue’ regalé toda la carne que tenía en mi freezer a mis vecinos y no comí más animales”. Sin embargo, reconoce que el queso es el producto que más cuesta dejar de consumir. “Lo que veo en consultas y lo que le cuesta a la mayoría de la población es dejar el queso, pero también porque tiene una razón culinaria, la cuestión cultural de juntarse a comer. Lo tenemos muy arraigado y son cosas que cuestan cortar”.
Hoy Camila es vegana y si bien implicó un cambio rotundo en su alimentación, reconoce que fue un proceso costoso, pero a la vez, rápido. Y en algún punto su militancia feminista también la ayudó. “Me parecía que era, en cierta forma, bastante hipócrita plantarme desde el lugar de defender los derechos de alguien y estar comiéndome a otro ser. Fue algo que me generó mucha discordancia ente lo que militaba y lo que estaba haciendo”.
La decisión la tomó en el último año de la carrera, y sin dudarlo comenzaron los primeros días de odisea para encontrar aquellos locales cuyos productos se adapten a su nuevo estilo de vida. La comprensión de su nuevo estilo de alimentación también vino de parte de sus familiares “por ser nutricionista y tener los conocimientos y esto me respalda a hacerlo y que nadie me diga nada”.
En la ciudad de Corrientes no abundan los locales de menú veganos y esto en gran medida representa un problema porque “te vas a cualquier lugar y estás excluido de la reunión”. Muchos incluso padecen en las reuniones con amigos, pero este no es el caso de Camila ya que la mayoría de sus amigos son veganos o vegetarianos. “Con mis amigues, también fue un cambio a nivel más colectivo a la hora de generar conciencia de esto que hacemos y de lo que decimos que hacemos”.
Para muchos el veganismo es solo parte de una “moda”. Pero nunca es tarde para aprender y saber en profundidad acerca de esa “moda”. Muchos escuchan y lo leen, otros están llenos de interrogantes. Camila nos cuenta que siempre trata de “decir algo, aportar, siempre y cuando la otra persona está dispuesta a recibirlo lo hago, y si no ya no invierto tiempo y energía en estar discutiendo dándole un fundamento a lo que creo y no está dispuesta a recibirlo”.
Lo más probable ahora es que Camila se encuentre constantemente con preguntas, cuestionamientos y con muchos mitos que giran alrededor de estas prácticas. Como nutricionista indudablemente las consultas sobre la alimentación están, pero ahora, quizás cada uno debería preguntarse qué come cuando está comiendo. Camila es licenciada en nutrición, vegana, feminista y antiespecista. A Camila no le da igual comerse un animal.
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